Sentado
en una banca junto al kiosco contemplado las sombras que forman alargadas
personas que son una pálida imitación de los seres de dónde provienen, encontré
en el suelo un delgado libro nuevo, sin prisa y con poca curiosidad lo levante,
comencé a hojearlo y con desagrado encontré un sinfín de pequeñas poesías.
Sin más que hacer
leí una al azar, y cuál fue mi sorpresa el hecho que esas palabras hicieron
surgir sentimientos de felicidad y amargura.
3 poesías más
fueron víctimas de mi curiosidad, y el efecto fue tan diverso que mi corazón ya
no sabía en qué sentimiento asentar su tiempo.
La lluvia de sensaciones
fue interrumpida por una mirada furiosa y acusadora, que gritaban sin palabras “
ladrón”, con aire de indiferencia respondí la mirada, las palabras que emitieron
mis labios sirvieron de interrogatorio para conocer si ese libro le pertenecía,
la respuesta fue afirmativa, le cuestione sobre el lugar donde había adquirido
el escrito mostrándole mi interés en adquirir una copia, la mirada se tornó amable
y curiosa al grado de que me resulto incomoda, con gusto lo conduciré ya que
resulta complicada la localición del libro.
Mis manos
entregaron el maravilloso objeto y fui conducido con amabilidad a un pequeño
local donde se apilaban una cantidad respetable de revistas libros y periódicos,
el encargado con gusto atendió nuestra solicitud con agrado pague el importe
que cubría la transacción.